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La Travesia de Drewell

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zaxan
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zaxan

Respeto : La Travesia de Drewell 11101010

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MensajeTema: La Travesia de Drewell La Travesia de Drewell I_icon_minitimeMiér Mar 09, 2011 3:27 pm

Bueno aparte de traceur tambien le meto al escritor y pues aqui les quiero compartir una historia que e estado escribiendo, espero que la disfruten Very Happy

NOTA: Si deseas colocar la historia o parte de ella en algun otro foro o Página Web por favor avisarme por MP, evita el Rip y pide permisos a sus respectivos autores ;D

Capitulo I:

El día por fin había llegado, el joven muchacho se levantó temprano para comenzar el largo viaje a la Cúpula de Cristal en donde tendría que esperar a su Mentor Diusler.

Drewell, era un chico de 18 años, que desde muy joven siempre le interesó convertirse en un Hurricane, aquella era la fuerza de batalla más poderosa del continente de Korán y su padre había formado parte de la fuerza especial de Riu, participando así en numerosas batallas, pero, luego de la muerte del General Lucas Caston, la fuerza especial sufrió un gran cambio y pasó a convertirse en la Fuerza de Batalla Hurricane -FBH para abreviar- comandada por el General Mica Krensh.

Hace unas semanas Drewell se internó en el bosque de Vasell para poder entrenar tranquilamente sus ataques con la espada, pero al escuchar unos gritos de ayuda que provenían de muy cerca salió disparado en su ayuda. Un hombre joven de pelo negro cubierto por una armadura resplandeciente corría lo más que podía para huir de una manada de lobos que lo perseguían.

«Sera mejor que haga algo…» Pensó el joven Drewell ya dirigiéndose hasta donde se encontraba el sujeto.

Drewell bajó por una pequeña colina y con un fuerte espadazo partió un árbol que calló rápidamente obstruyéndoles el paso a los lobos y a la vez espantándolos.

¬¬¬¬— ¡Me has salvado! —Dijo el sujeto ya dejándose caer al suelo, cansado de tanto correr.

— Tranquilo señor… —Dijo el joven guardando su espada.

Drewell lo observaba fijamente como esperando algo, el hombre aun en el suelo lo miró y rápidamente se levantó acercándose a él.

—Disculpa… mi nombre es Diusler Sagarith, un placer chico. —Dijo el hombre frente a él estrechando su mano.

« ¿Diusler? Creo haber escuchado ese nombre… » Pensó el joven Drewell mientras apretaba la mano del sujeto.

—Mi nombre es Drewell Kaller, un placer. —Dijo el chico sorprendido por la forma tan directa con la que se presentó el hombre.

—Bien, gracias por la ayuda pero debo irme. —Dijo Diusler mientras se sacudía el polvo de la armadura.
— ¿Irse? —Pregunto Drewell. — ¿Hacia donde se dirige? —

El sujeto se acomodo su armadura y comenzó a caminar alejándose cada vez más de Drewell.

—Te espero en la Ciudad de Camus mañana temprano, creo que serás un buen soldado… —Dijo levantando la mano en señal de despedida.

« ¿Soldado…? ¡Claro! » Drewell había recordado de donde conocía ese nombre.

Diusler Sagarith un joven que a sus escasos 18 años ya se había convertido en oficial para 3 años más tardes pasar a ser el Comandante del Batallón Tempest -La fuerza de batalla creada por los mandos de Korán para suplementar al FBH- y que según las noticias llegaría esa semana a la Ciudad de Camus para aplicar las pruebas a las personas que quisieran formar parte de su Batallón.

— ¡Madre! ¡Padre! —De regreso a su hogar Drewell entró rápidamente a la sala para contarle lo ocurrido a sus padres.

— ¿Qué ocurre Drewell? —Dijo la madre saliendo de otra habitación.

— Bueno veras… —Drewell le conto a su madre todo lo que había ocurrido y le explicó que al día siguiente partiría a la Ciudad de Camus para hacer las pruebas de Tempest y convertirse en un Soldado.

La Señora Ellisa, madre de Drewell, no cabía en felicidad por tal noticia, su hijo seria un soldado pero lamentablemente su padre no se encontraba en casa y no se enteraría de ello pasado varios días.

— ¡Madre ya me voy! — Ah la mañana siguiente Drewell llamo a su madre para despedirse.

— ¡Hijo espera! – Dijo la madre bajando las escaleras empinadas y rechinantes de aquella casa. — Cuídate mucho… —Continuó mientras abrazaba y besaba a su hijo.

— Tranquila madre, lo prometo… — Dijo el joven mientras correspondía al abrazo. —

Era difícil para ambos el estar lejos uno del otro ya que a pesar de que Drewell era un chico fuerte, aún tenía ese gran cariño incondicional hacia su madre y sabía que ella no podría vivir sabiendo que algo le pasase.


Drewell al fin abandonó su hogar y comenzó el largo viaje hacia el norte, rumbo a Camus en donde muy pronto tendría la oportunidad de quizás, convertirse en un Soldado de Tempest y luego poder convertirse en un Hurricane.

— ¡Hey anciano! ¡Deténgase! — Cuando al fin llegó al camino de tierra, Drewell vio una vieja carreta que se dirigía rumbo norte y corrió lo más que pudo para intentar alcanzarla.

— ¿Qué? — El anciano jaló fuertemente el freno del caballo y la carreta se detuvo bruscamente, haciendo que la carga que llevaba hiciera un gran estruendo.

— ¡Señor oiga! — dijo Drewell ya acercándose a la carreta.

— ¿Qué pasa muchacho? — Dijo el anciano con aspecto de malhumorado.

—Puede… ¿Puede llevarme hasta la Ciudad de Camus? —Dijo el chico recobrando el aliento.

— No voy a la ciudad pero si puedo dejarte cerca, vamos sube. — El anciano extendió su mano y Drewell la tomó para subir a la carreta.

El camino era largo y el joven Drewell pronto estaría en la ciudad, a solo un paso de cumplir parte de su sueño, lograr ser un Tempest lo podría acercar más a convertirse en un Hurricane.

«Espero que todo salga bien» Drewell se encontraba contemplando el cielo, observando las nubes que lentamente avanzaban por su gran inmensidad y a la vez pensaba en todas las cosas que le esperaban.

— Me parece que ya estamos cerca… —Dijo el anciano mientras despertaba a su acompañante.

La ciudad de Camus era algo increíble, una gigantesca muralla cubría todo su exterior y en su interior se observaban grandes y hermosas casas que daban forma a un extraño pero increíble laberinto en el cual diariamente transitaban miles de personas tanto del interior como del exterior de la ciudad.

— ¡Vamos a el! — Un horrible grito con una voz carrasposa y muy gruesa se escuchó frente a la carreta.

De repente varios hombres con vestimentas realmente mugrientas aparecieron de la nada armados con Dagas y Espadas oxidadas.

— Anciano danos la carreta si no quieres morir ahora mismo. —Un hombre que parecía ser el jefe de todos los bandidos se paró a un lado de la carreta y apunto su espada al cuello del anciano.

— Po… por favor no me mates. — Dijo el anciano observando la espada que a pesar de estar oxidada podía ser capaz de cortar cualquier cuello.

Drewell se enfureció al escuchar las amenazas de aquel sujeto y sin siquiera decir algo salió de la parte trasera de la carreta y con un golpe de su espada mando a volar la de su adversario.

— ¡Ah! ¡Maldito! — El bandido se quedo observando fijamente su espada que quedo clavada varios metros a la distancia.

— Deberían de dejar de asaltar a las personas que pasan por aquí… —Dijo Drewell bajando de la carreta.

— ¡No muchacho! Yo... yo entregare la carreta. — Dijo el anciano intentando hacer que me detuviera.

— Tranquilo anciano, saldremos de esto. — Dijo el joven mostrándole una sonrisa al anciano.

— Oh… así que un chico valiente ¿Eh? ¡Pues vamos! —El bandido rápidamente tomo otra arma y se preparo para luchar.

El choque de las espadas generaba chispas y los demás bandidos que se encontraban en el lugar hacían papel de espectadores apoyando a su jefe, el anciano que aun se encontraba en la carreta tenia los nervios de punta y se tapaba la cara con las manos, temblando de miedo.

— Eres bueno… ¡Para ser un niño! —Dijo el bandido lanzando otro ataque.

A pesar de poseer una gran habilidad de lucha, el bandido, tenía un gran defecto, le gustaba hablar más de la cuenta.

«Ya me canse de jugar… » Pensó Drewell observando con aburrimiento su batalla.

— ¡Chico lamentaras el haberte metido con Van Huligan! —Dijo el bandido señalándose a si mismo.

Se formo un silencio en el lugar y Van y Drewell se miraban fijamente, como si el siguiente ataque fuese el definitivo. Van fue el primero en realizar un movimiento y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba cayendo al suelo inconsciente mientras que Drewell ya enfundaba su espada y daba media vuelta para regresar a la carreta.

—Va… ¡Van! — Dijo uno de los bandidos, sorprendido.

— ¡Vámonos de aquí! ¡Corran! —Otro de los bandidos se acerco hasta Van y cuidadosamente lo levantó para luego huir rápidamente del lugar.

— Que… ¡¿Qué ocurrió?! — El anciano levantó la mirada y observó como los bandidos se retiraban.

—Tranquilo anciano… le dije que todo saldría bien. — Dijo Drewell mostrándole una gran sonrisa al anciano.

— ¿Pero qué ocurrió? ¿Cómo los venciste? — Preguntó el anciano, intrigado.

—Use una técnica que me enseño mi padre… no se preocupe, solo continuemos. —Dijo Drewell abordando la carreta nuevamente.

—Esta bien… —Dijo el anciano azotando al caballo para continuar el paso. —Deberías de convertirte en soldado, así podrías usar ese potencial tuyo para ayudar a otros. —

«Soldado… espero poder lograrlo. » Pensó Drewell mientras cerraba los ojos y se acostaba en la carreta nuevamente.

Pasaron varios minutos y la carreta se detuvo suavemente, frente a la gran entrada de la ciudad.

—Ya estamos. —Dijo el anciano bajando de la carreta.

—Gracias por todo anciano. — Dijo Drewell bajando tras de él.

—Lo contrario… Gracias a ti. — Dijo el anciano estrechándole la mano.

Al soltar su mano, Drewell dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la entrada de la ciudad pero recordó que nunca le pregunto su nombre al anciano.

— ¡Hey anciano espere! ¡Cual es su nom…! —Drewell volteó la mirada y quedo con las palabras cortadas al observar que el anciano ya no estaba.

« ¿Desapareció? » Pensó el joven un poco confundido.

—Creo que tenia prisa… —Dijo mientras giraba para continuar a la ciudad.

Camus era una verdadera maraña, personas por todas partes, caminos que no llevaban a ningún lado y sin contar la cantidad de objetos que dejaban los mercaderes tirados en el suelo, tenia que llegar pronto a la Cúpula y a medida que corría debía esquivar todo a su paso. Ya podía ver un gran reloj que casi marcaba las diez, tenia que darse prisa.

« Este muchacho… ¿Cuándo pensara llegar? » Pensó Diusler observando el reloj de la Cúpula.

— ¡Comandante Diusler! —Dijo Drewell observando aquella figura imponente a la entrada de la Cúpula. — Co… comandante, lamento haber llegado tarde. —Continuó el joven entre jadeos.

— Lo lamento chico pero te pedí que estuvieses aquí temprano para tu prueba, si no puedes cumplir esa simple orden, dudo que puedas ser un Tempest. —Dijo Diusler de una manera fría y directa.

— Pero... ¡Comandante! —Dijo Drewell sorprendido ante sus palabras-

— Lo siento pero no hay nada que hacer, pensé que tenias futuro como soldado pero al parece estaba equivocado, de todas formas gracias por salvarme en el bosque. — El comandante Diusler comenzó a retirarse dejando a Drewell parado en ese lugar.

— ¡No comandante! — Dijo el joven tomando a Diusler por el hombro.

« ¿Qué querrá ahora? » Pensó Diusler girando para escuchar a Drewell.

— Yo siempre eh querido ser un soldado... servir como mi padre, ayudar a otros, pero si convertirse en miembro de la milicia significa seguir ordenes aún cuando otra persona este en peligro… lo siento pero no quiero ser un soldado. ¡No seguiré sus estúpidas órdenes! —Dijo Drewell de forma grosera y empedernida.

El chico soltó al comandante y con lágrimas que bajaban por su rostro se dispuso a retirarse del lugar, lleno de rabia y mucha tristeza.

«Estuve tan cerca… ¡De no haber sido por esos bandidos! Yo... » Pensó el chico ya alejándose del lugar.

— ¡Hey Drewell! —Grito el Comandante.

Drewell se giro y se quedo observando a Diusler.

— Bienvenido a los Tempest… —Dijo cerrando los ojos y sonriendo.

« ¿Qué? Drewell soltó sus cosas y se quedo completamente lelo viendo la cara de Diusler.

— Pero... usted acaba de decir. — Drewell aun no creía lo que escuchaba.

— Veras... son muchos los que vienen a realizar la prueba para ser un Tempest, pero realmente son pocos los que entienden que el verdadero deber de un Soldado de Korán es el defender a los demás así tengan que incumplir las ordenes de su General. —Dijo Diusler acercándose hasta Drewell. —Además, me salvaste la vida —Continuó. —Te espero mañana en la montaña de Veiles —

Aquel era el momento más importante en la vida de Drewell, había dado un gran paso para cumplir su sueño, solo le quedaba tomar sus cosas e irse a descansar.

—Si… si. —Fue lo único que alcanzo a decir el joven mientras se secaba las lágrimas.

— ¡Y Drewell! — Dijo Diusler.

— ¿Eh? —Preguntó.

— Esta vez no llegues tarde. —Dijo el comandante retirándose del lugar.

Drewell se seco las lágrimas y puso una gigantesca sonrisa en su rostro, a partir de aquí su vida daría un gran giro y debía prepararse ya que no sabía lo que podía esperarle en su primer día como Soldado.
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MensajeTema: Re: La Travesia de Drewell La Travesia de Drewell I_icon_minitimeMiér Mar 09, 2011 3:29 pm

Capitulo II:

Al día siguiente Drewell se levanto muy temprano -Esta vez no se repetiría la historia de llegar tarde. - Tomo sus cosas y partió rápidamente de la Ciudad, rumbo a la Montaña de Veiles en donde comenzaría su entrenamiento como Tempest.

El viaje no duro mucho ya qué la Montaña de Veiles se encontraba a escasos diez minutos de la ciudad y al llegar, muchos soldados miraban extrañamente a Drewell.

— Oye escuché que ni siquiera hizo la prueba para entrar. —Susurro un soldado.

— Si, tal vez le pago a los altos mandos para estar aquí… —Comentó su compañero.

Drewell avanzaba entre las miradas y no le daba importancia a sus comentarios ya que sabia que se encontraba en ese lugar por la misma razón que todos.

— ¡Atención! —Dijo una voz muy familiar.

El comandante Diusler salió de una carpa y llamó a todos los soldados para que se acercaran.

—Soldados como verán un gran número de personas acaba de ser aceptada en nuestro Batallón, todos tienen un gran potencial y estilos de pelea únicos, que espero sepan utilizar. —Dijo Diusler mientras recorría el lugar con la mirada. — Hoy nos dividiremos en grupos para subir a la montaña y acabar con la resistencia que allí se esconde y según el desempeño con el que actúen, serán asignados a uno de los escuadrones del Batallón Tempest ¡Prepárense! —

— ¡Si señor! —Dijeron todos al unísono.

Diusler regresó a la carpa y todos se preparaban para subir la montaña, Drewell tenía que esforzarse para lograr quedar en uno de los tres escuadrones principales.

—Al parecer nos toco una misión difícil. —Dijo un sujeto acercándose hasta donde se encontraba Drewell.

« ¿Qué? » Pensó Drewell mientras observaba al sujeto..

— O lo siento, Mi nombre es Nirgof… Nirgof Gauss. —Dijo el sujeto presentándose.

— Mi nombre es Drewell Kaller, un placer. —Dijo Drewell estrechando su mano.

El hombre de aproximadamente 1,80 de altura, tez morena y muy fornida correspondió al apretón de manos y se sentó junto a Drewell para conversar un rato.

—Waoh, es increíble como todos hablan de ti. —Dijo Nirgof — ¡Eres el primer novato que se enfrenta al Comandante Diusler! —

— ¿Ah qué te refieres? —Preguntó Drewell.

— En la prueba. Nunca nadie había llegado tarde y mucho menos se habían enfrentado al Comandante. —Respondió Nirgof con asombro.

«Bueno yo…» Pensó Drewell bajando la mirada.
—Nir deberías de dejar de molestar a los nuevos. — Dijo una voz femenina atrás de Drewell.

Una mujer que iba pasando se quedo observando como Nirgof le hablaba al joven recluso. Se trataba de una dama muy hermosa, de piel blanca y ojos color miel, era extraño ver a una mujer tan delicada en un batallón.

— ¡Vamos Esther! ¡Solo estoy conociendo a los nuevos! — Nirgof se fue persiguiendo a la mujer y Drewell se quedó esperando que dieran las órdenes para partir a la montaña, esperaba que todo saliera bien.

— ¡¿Todo listo?! — Diusler salió nuevamente de la carpa haciendo que todos se levantaran. — ¡Formaran grupos de cuatro personas, cada uno de ellos debe tener al menos un Capitán de los diez escuadrones! ¡Partimos en cinco minutos! — Dijo retirándose nuevamente a la carpa.

Drewell observo a su alrededor para intentar integrarse a algún grupo, pero las miradas de todos lo hacían sentir incomodo.

— ¡Hey Drewell! ¡Ven aquí! —Nirgof le gritaba desde la distancia.

El chico se fue acercando hasta donde se encontraba Nirgof y a su lado se hallaba la misma hermosa mujer junto a otro chico de carácter muy sombrío.

— ¿Si? —Preguntó Drewell.

— Bueno Esther, ya estamos. —Dijo Nirgof sonriendo.

— Me parece bien. —Comentó la mujer.

—Ah mí me da igual… —Dijo el otro chico volteando la mirada.

— ¿Entonces voy con ustedes? —Pregunto Drewell, atónito.

— ¡Si Drewell! ¡Esta misión será divertida! —Dijo Nirgof tomando al joven por el hombro. —Por cierto, el es Solum Zirt, un soldado proveniente de la guardia de Camus, al parecer Diusler vio potencial en él. —

— Un placer. —Dijo Drewell acercando su mano.

— … — Solum lo observó y sin darle importancia lo ignoró.

« ¿Qué se cree este sujeto? » Pensó Drewell al ver el acto de Solum.

— ¡Bien pueden irse! —Dijo Diusler saliendo nuevamente de la carpa. —, Recuerden que su misión es erradicar las fuerzas de la Resistencia. —Continuó. — Los Capitanes de cada equipo llevan la información necesaria para realizar la misión —

Los grupos comenzaron a partir del campamento, cada uno tomando rutas diferentes, mientras que Drewell y su grupo optaron por tomar la ruta principal.

— ¿Y bien capitana? ¿Qué hacemos? —Pregunto Nirgof observando a Esther.

« ¿Capitana? » Pensó Drewell sorprendido.

— Nir… ¿Cuando dejaras de ser tan imprudente? —Dijo Esther. — Drewell, disculpa por no presentarme. Mi nombre es Esther Dielm, Capitana del octavo escuadrón del Batallón Tempest, espero nos podamos llevar bien. —Dijo mientras sonreía.

— Un placer Esther, es increíble que una mujer tan hermosa sea una capitana. —Dijo Drewell en forma de alago.

— Ha ha, gracias por el cumplido. —Dijo Esther, sonriendo.

— ¡Oigan basta de presentaciones! ¡Debemos mantener un paso constante para llegar pronto y erradicar a la Resistencia! ¿Cierto Solum? —Dijo Nirgof, dándole una palmada en la espalda a Solum.

— Como sea… — Solum, a pesar de ser un soldado experimentado del ejército de Camus, no parecía tener la mínima importancia por lo que estaban haciendo.

— Bien este es el plan. Nos dirigiremos a la parte este de la montaña para poder rodearla, a partir de allí subiremos en línea recta, hasta encontrarnos con otros dos grupos con los que ya contacte previamente, luego tomaremos por sorpresa al enemigo y acabaremos con las Fuerzas de la Resistencia. ¿Entendido? —Dijo Esther explicando la misión.

—Entendido. — Dijeron los otros tres

Esther, además de su belleza y encanto natural, poseía una grandiosa habilidad de liderazgo, lo que la hacia formar excelentes planes para llevar acabo la misión.

— Pues vamos. —Dijo Esther continuando el paso.

Ah medida que avanzaban el camino se hacia más cerrado debido a la gran cantidad de plantas que habían en la montaña, sin embargo era increíble la cantidad de cosas que Drewell nunca había observado en su pueblo natal.


— Y una vez estábamos en el Valle de Rampall luchando contra la resistencia de esa zona y justo cuando me creía muerto—Dijo Nirgof.

— ¡Nir puedes callarte! —Dijo Esther interrumpiéndole.

Al parecer Esther ya estaba cansada de escuchar tanta palabrería departe de Nirgof y eso hacia que se saliera de quicio.

— Pero Esther, solo estoy contándole mis historias al chico. —Dijo Nirgof replicando.

— ¡Recuerda que estamos en territorio enemigo! ¡Disponte a caminar en silencio! —Dijo Esther en respuesta a sus peros.

Nirgof bajo la mirada y continuo caminando, mientras que Solum y Drewell se reían en silencio mientras avanzaban junto a Esther.

Pasaron unas cuantas horas desde lo ocurrido, hasta que Drewell observó una extraña luz que provenía de un sendero más adelante.

— ¿Qué es eso? —Preguntó Drewell.

— ¿Que cosa? —Respondió Esther desenfundando su espada.

— Creí haber visto… no es nada. —Contesto Drewell viendo que ya no brillaba la luz.

— Ya estamos entrando en zona enemiga, debemos estar al tanto de todo lo que ocurre en nuestro alrededor. —Dijo Esther guardando su arma.

Continuaron caminando otro rato y Drewell se preguntaba si la luz que había visto era una simple alucinación ocasionada por el cansancio.

— ¿Drewell que pasa? — Pregunto Nirgof acercándose al muchacho.

— Es que creí haber visto una luz más adelante. —Respondió.

— Bueno hay que estar al tanto de lo que ocurre alrededor como dijo Esther. — Dijo Nirgof avanzando más deprisa.

Más adelante una luz de color azul se vio brillar muy claramente y esta vez Drewell no pretendería dejarlo pasar.

« ¡Sabia que había visto algo! » `Pensó Drewell mientras corría en dirección a ese lugar.

— ¡Drewell! — Gritó Esther.

— Tranquila Esther… dejemos que el se encargue de eso. —Dijo Nirgof tomando a Esther por el hombro.

— ¡Cuidado! — Gritó Solum empujando a Esther y a Nirgof al suelo.

— ¡AH! — Gritó Esther.

La luz había desaparecido pero Drewell aun se seguía internando en esa zona desconocida, sentía que algo había en ese lugar y era su deber averiguarlo.

« Se que vi algo» Pensó el chico mientras observaba a su alrededor. « ¿Qué es esto? » Se preguntó al observar destellos de luz de color azul que comenzaban a aparecer y desaparecer a su alrededor.

Drewell intentaba atrapar las luces que lentamente se iban desvaneciendo hasta que más adelante vio brillar algo más grande y continuó avanzando lentamente para acercarse.

— ¡Esto es increíble! —Grito el chico, sorprendido.

Una gigantesca piedra semicristalizada, cubierta por raíces y plantas, estaba situada en el medio de un altar, su forma la hacia parecer una gigantesca esmeralda pero a la vez era algo muy diferente.

Entre el asombro y la inquietud por saber que era aquello, Drewell se acerco lentamente hacia el altar y a medida que daba pasos, el suelo emitía un brillo opaco de color azul.

« ¿Y esta luz? » Pensó el chico observando el suelo sin saber como era posible que emitiera tal brillo.

Drewell miro al frente y continuó avanzando, observando como brillaba el terreno y al tocar la piedra, un brillo azul empezó a brotar de ella tomando cada vez más viveza.

— ¡¿Qué ocurre?! — Gritó el chico observando la piedra.

Un pilar de luz de color azul se extendió hasta los cielos y olas de luz salían desprendidas en todas direcciones, era algo completamente increíble que sobrepasaba todo su entendimiento.

De repente una ola de luz rodeo su cuerpo internándose en el y a la vez haciéndolo sentir un calor que quemaba su brazo derecho. Su visión se volvió opaca y por su mente pasaron imágenes de una extraña guerra en la cual los guerreros utilizaban técnicas que el nunca antes había visto, era algo completamente extraño.

— ¡AAAH! — Gritaba Drewell.

La luz comenzó a desvanecerse y Drewell cayó al suelo de rodillas en un estado de shock. La roca había desaparecido por completo y en su lugar había quedado un gran vacio.

—que… ¿Qué sucedió? —Se preguntó el chico, confundido. — ¿Y esto? — Dijo al mirar su mano.

Unas pequeñas olas de luz recorrían su mano, dando vueltas en el aire y dando forma a una especie de materia plateada.

« ¿Cadenas? » Pensó Drewell.

La luz se fue desvaneciendo lentamente, y su mano quedo cubierta por una serie de cadenas que se unían a varios anillos colocados en sus dedos. A pesar de no entender lo que ocurría, Drewell, sabia que era algo más haya de lo natural y debía volver cuanto antes con los demás ya que no serbia de nada quedarse en ése lugar a preguntarse cosas.
De vuelta a donde estaban los demás, Esther y Nirgof se encontraban en el suelo cubiertos de sangre con sus armaduras completamente desechas y Solum no se encontraba en ninguna parte.

— ¡Esther! ¡Nirgof! — Gritó Drewell, perplejo.

— Dre… Drewell. —Dijo Nirgof apenas con fuerzas para hablar.

— ¡¿Qué sucede?! ¡¿Esther estas bien?! — Preguntó el chico mientras movía a Esther la cual no parecía estar con vida.

— La resis… la resistencia. So… Solum… —Dijo Nirgof señalando hacia la montaña.

— ¡¿Nirgof de que hablas?! —Pregunto Drewell exaltado.

Nirgof cerró sus ojos y su mano cayó lentamente, el lugar se lleno de silencio y Drewell soltó unas lágrimas de tristeza por haber perdido a las únicas personas que tenia en el Batallón. No había nadie que le explicara que había ocurrido o porque, pero a Drewell solo le quedaba rezar por encontrar a Solum, tal vez el aun estaba con vida en alguna parte de la montaña.

— ¡Solum! ¡¿Solum?! — Gritaba Drewell desesperadamente mientras recorría los senderos cercanos a donde se encontraban.

— El poder solo servirá si sabes como usarlo… —Dijo una voz que hacia eco en la montaña

— ¿Quién anda hay? — Preguntó Drewell desenfundando su espada.

— Elegido… tú destino. —La voz que hacía eco comenzaba a escucharse más distante.

— ¡De que hablas! ¡¿Solum eres tú?! —Dijo Drewell mirando alrededor. — ¡AH! —Gritó el chico soltando su espada.

Las cadenas de su mano comenzaron a brillar y a desprender unas llamas de color gris muy intenso y sutilmente se movían hacia arriba, como si algo las atrajese hasta allí, hasta lo alto de la montaña.

«Creo que es una señal… Tal vez Solum se encuentre allí arriba.» Pensó mientras recogía su espada con su otro brazo.

Antes de irse, Drewell tomó los cuerpos de Esther y Nirgof y los enterró en la base de un árbol, esperaba poder encontrar a Solum o a algún otro miembro del Batallón para saber lo que estaba ocurriendo.
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